viernes, 15 de junio de 2012

Poemas paternidad-es


Tengo tu nariz papá
Adalgiza Charria


Tengo tu nariz y el temblor de tus manos 
después de la quinta copa de aguardiente.
Heredé tu desorden, tu desgobierno
la voz intensa desde el pecho
y estas ganas imperiosas de huir
tras una vieja niebla de nostalgias.
Recibí una barca, 
un bolero, 
una luna
sin otro destino que la profunda noche
y su ronda de palmas.


Por ti el valle palpitante y la brisa
por ti el abismo
al que ahora
marinero en tierra
loco tu timonel
delirantes las velas
transitas sin saber 
si es prisión o libertad tu olvido.
Vos que solo querías ser poeta
cuidar de la alegría
contestar siempre presente
y amar un amor que esquivo
se esfumó en los múltiples
puertos de tu noche.


El vacío de tu vendaval
lo heredó mi ventana
la soledad azul de la bohemia
la letra lenta en tu canción.
Y ese llanto que te produce la belleza
de un verso, una tonada
o el recuerdo de tus propias manos
huérfanas hoy de tus derroches.
Estás viejo, 
pero, como yo, no te das cuenta
y solo nos salva el delirio, el espejismo
y la poesía. 


*****



Padre en el asilo


Adalgiza Charria


Estas herido y sangras pero no te das cuenta
no hay quietud en tus espejos
no admitió serenidad tu pecho
no pudo el tiempo domesticar tus sombras. 
A tus años coleccionas demencias
muchas más de las que te diagnostican
muchas menos de las que soñaste
ya no puedes tocar tu propia soledad
eres el vagabundo de tu nave
polizón a bordo sin destino
Estás  herido y cantas pero nadie te escucha
estás en un asilo y siempre estas de viaje
siempre, tu nostalgia marina,  
viviendo en mar deseando la tierra
umbral de regresos.
Y mi rostro de domingo donde escarbas
un puerto de partida ya no te dice mucho
vanos sueños, patria perdida,
y somos dos, papá, huéspedes extraños
de nuestra oscura barca. 



******




Tangas 


Adalgiza Charria


He tratado de descifrar el misterio de tus sueños
           he intentado acompañar tus silencios
           he caminado con tu recuerdo
            para tener, papá, con quien mirar la noche.






Pienso en la edad de mi padre cuando nací
             y me dan ganas de besarlo de nuevo
             con más benevolencia, con lluvia de domingos.




Me pongo tus zapatos, papá, 
               para no olvidar el polvo de tus pasos 
               la arcilla de tus sueños 
               el canto de mis propios caminos.


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Padre Faro  


 Judith Rodríguez Castro




Ocho estrellas de esperanza
motivan su horizonte
cosecharán girasoles de vida con él.
Padre,  puerto agreste y solitario 
que crece entre atajos y avalanchas.
Sus hijas, entre primaveras y borrascas
contra oleajes y vientos
entrarán a  misteriosas bahías.
Padre,  trasegante de recuerdos
resurges de tus muertes  para reinventarte.  

  Padre


 Judith Rodríguez Castro

Tu universo
padre
es la montaña.

Tus sueños
padre
son la esperanza y la  desesperanza.

Tu montaña
padre
son tus nietos e hijas.

La brizna que te sigue siempre
la rosa, estrella verde, que te mira desde el cielo
la fiel soledad que te acompaña
y la sabiduría que se vale de ti
padre
Son firmes escudos
contra la débil muerte. 


Alas de esperanza


Judith Rodríguez Castro


Cinco de la mañana.
Asomas y jilgueros en el ventanal
atisban el despertar del abuelo.

Despertar de semillas y canto
entre neblina y rocío sobre su piel.

Danza zigzagueante y nerviosa:
del carbonero a la ventana…
de la ventana al carbonero.

Entre semillas y trinos,
asomas y jilgueros consumen distancias
y despliegan alas de esperanza
para el abuelo matutino.



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El mío no es un papá de fotografía


Ana María Gómez Vélez


El mío no es un papá de fotografía
se involucra
opina, se interesa
se inmiscuye 
–a veces demasiado–.
Es mi papá
y algunos de sus gestos son míos.
Nunca aprendió a conducir
y fue mi pesadilla en todos los viajes.
El mío no es un papá de fotografía
es un papá de carne y hueso
amenaza a los gatos
y cuando no lo miras, los acaricia.
Mi papá me enseñó 
que la honradez y la generosidad
se cultivan con los años.
El mío no es un papá de fotografía.

Paternidad


Ana María Gómez Vélez


Manolo
ahora es el papá de su mamá
la alimenta
la consuela
le lee cuentos.
Si se ausenta
ella dice:
¿Dónde está papá?
Y es el padre 
de Laura, 
una adolescente 
que viaja
y quiere vivir sola
y no cree en ciertas cosas
en las que Manolo 
tampoco creía a su misma edad
–pero lo olvidó–
y ahora se preocupa
y se siente acorralado.
Manolo: padre de dos edades
de dos hijas no soñadas.


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Dos charcos que se llenan y vacían
un chorro intermitente cara abajo
                   acompañan mi esfuerzo por escribirte, padre.

                                                                                         Norma Lucía Bermúdez Gómez


El sobradito 


Norma Lucía Bermúdez Gómez


Parece que ha nevado en mi plato cada día
la yema de mi huevo se pone blanca, blanca
pongo mil capas de sal ante la cara de espanto de la gente.
No importan ruegos, advertencias, ni razones 
En un ritual sagrado y solitario 
busco con desespero encontrar el sabor de tu cariño, padre
el bocado que en cada desayuno dejabas a tu hija preferida 
haciéndome sentir la más amada. 




Al Loco Bermúdez 


Norma Lucía Bermúdez Gómez


Fuiste un amor océano, abrazo protector, ola tibia, tsunami 
compañero de juegos y descubrimientos. 
Fuiste el verdugo que instaló el pánico y la huida, 
el temor a la noche y a los hombres. 
Fuiste el viento que empujó mis alas 
y el ancla que enterraba mis deseos. 
Fuiste el maestro que instaló colores, palabras, cálculos, 
los finos sabores, las notas de Tchaikovski en mis domingos. 
Te vi llorar con el dolor del mundo
y humillar a mi madre por tres pesos. 
Te vi temblar de ira, destrozando mil cosas 
y arreglar mis juguetes preferidos. 
Al final de tu vida declaraste que fuiste el heredero de mis luchas 
Y hoy tengo que decir que no hay un poro en mí 
que no se cuente entre las huellas de tu loca vida.


Profeta desnudo 


Norma Lucía Bermúdez Gómez


Un gallinazo revoloteando sobre el techo
será el cronista de mi muerte, 
dijiste en tu acertada profecía. 
Fue un viejo truco de vidente necio. 
Ya descubrí las marcas en tus naipes: 
tejiste gesto a gesto tu solitario fin 
prendiste trozo a trozo la colcha de distancias 
sedujiste con juicio el desencuentro.


Yo estoy clara de mi herencia
también sé cómo se arma una ausencia, 
cómo se elabora una angustia, 
cómo poner todo mi empeño en cultivar el desamor. 


Escuela de padres 


Norma Lucía Bermúdez Gómez


Nadie te enseñó a ser padre, 
y tú, bastardo, negado, 
jamás te diste cuenta cuántos vientres 
parieron tus semillas en la triste cadena 
de soledades y dolores. 
Nadie te enseñó a ser padre 
y tú bastardo, olvidado, 
te adueñaste del cuerpo de tus hijas 
les robaste el derecho a ser felices 
las condenaste a cárcel y suplicio.
Nadie te enseñó a ser padre, 
y tú, bastardo insultado,
condenado a orfandad, 
inventaste caminos:
cargado de regalos y víveres 
llenaste las despensas. 
Cargado de pinturas y pinceles 
enseñaste a mirar atardeceres 
el trazo sin torcerse, 
la paleta de colores. 
Nadie les enseña a ser padres 
pero hay quienes, bastardos y olvidados, 
desobedecen mandatos y cadenas 
y piensan que otros padres son posibles 
y se inventan los juegos y los mimos, 
la ternura libertaria, 
el respeto y las alas.

  
Tangas* del padre 


 Norma Lucía Bermúdez Gómez




* Tanga: Dícese de un poema muy chiquito y que deja ver todo.




Con tu acné y tu guitarra 
               intentas entender el ritmo del desvelo 
               padre niño 



La carne se te pega de los huesos
               y aún así pateas la cara de tu hija
               padre tirano



Cabalgué hasta el Sahara
                montada
                en las rodillas de mi padre 




Con la edad del abuelo 
                y todos los cansancios recogidos
                corres tras un balón, padre tardío.



En cada carretera de Colombia 
                hay huellas de tu búsqueda de padre
                profe Moncayo




 Les diste tu apellido
                y una ausencia en sus vidas 
                que aún lloran 




Tu mano tibia, papi 
                remedio para mis toses
                y mis pesadillas


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A mi padre José Arturo


María Elena León García 


Tu dulzura 
quedó atrapada
 en enjambres cautivos
que en la distancia
reflejan la luz
incandescente
de las estrellas.
Navegas 
en colores azules.
Permaneces 
con tu risa bonachona
y tus palabras
con sabor silvestre.





El padre de mi niñez


María Elena León García

Poetizar tu nombre Padre
es sentir que mi piel
recobra la tersura de la niñez,
que mis ojos se anegan en ríos embravecidos.
Es mirar por la ventana
y traer a la nena de tus sueños
sentada en tus piernas
mientras juega con tus manos 
cuenta uno a uno tus dedillos
y merece el abrigo de tus caricias.
Es recordar el sendero pedregoso de la escritura,
cuando traías la a con la l,
la m con la a y así poco a poco
juntábamos letras.
Empecé a leer
y a cantarle a la vida,
sin saber siquiera que 
allí florecía el camino.
Al caer la tarde
Y dejar los cuchillos
y las piedras de amolar, 
en la carnicería,
regresabas a casa y, yo,
con mi melancolía a cuestas,
no veía el momento
que la puerta se abriera
para tirarme en tus brazos
y escuchar melodías 
que hoy tienen olor a papá.



1 comentario:

  1. Antología de poemas de Meira Delmar
    http://issuu.com/ntcgra/docs/meira.delmar.antologia.exilio/3

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