lunes, 20 de agosto de 2012

Poemas de Antonio Bolívar


Desaparecidos

Las madres hacen fila
en los despachos oficiales
para preguntar por sus muertos,
sus encarcelados, sus heridos,
por los desaparecidos,
y allí se les discute
su presencia
a pesar de que las manos
de los funcionarios
tienen el inconfundible olor
a prisionero.

Respuesta de mentira
llevan a su casa las mujeres
que se sientan a tocar
las cosas amadas.

Tiemblan, lloran,
viven con el temor de recibir
las llamadas luctuosas
que tienen el sabor
amargo de la muerte.



La guitarra

Para la herida
de la cárcel
te envío una guitarra
–a manera de bálsamo–
y escondida en ella
la incapturable
manera de amarte,
porque el sonido
existe sin el tiempo
como la libertad buscada.
Y si no llega
a tus manos
la guitarra
no olvides cantar
las canciones
aprendidas
en las épocas difíciles
al pie de aquellos muros,
sin más voz
que el eco del amor
en el silencio



Este martes fatigado

Este martes fatigado
Esta calle polvorienta
que escarba el viento
en busca de un recuerdo.
esta gente que duerme el tedio,
esta falta de pan
y esta abundancia
de miseria.
Esta falta de amor,
estos días de necesidades
que se aplazan.
Este rostro tan tuyo,
tan cerca,
pero habitado de angustias
porque no basta un beso
para aplacar el hambre.
Y yo que solo tengo dos manos:
para tomar una herramienta,
o para elevarlas a Dios
en procura de ayuda celestial,
o para tomar una lanza;
para llevar un cartel
de una protesta,
o para abrazarte
o para secar tus lágrimas;
para cerrar los puños
y gritar a la vez
que nos han quitado la piel
y ahora quieren también
matarnos dejándonos vivir
con el dolor de la muerte.


Al avanzar la noche

El humo recuerda
el cuerpo sinuoso
de la serpiente.

Atraído por los orificios del techo
sube a olfatear el viento.

Los dos hombres juegan
su ajedrez de guerra,
vigilan sobre las torres mudas,
los caballos dormidos,
los alfiles tristes.

Los generales no se miran
mientras los soldados van cayendo
sin alcanzar a conocer
la mágica corona de la reina.

Un café tibio,
de nuevo el humo
de un cigarrillo,
un poco de alcohol,
alivian,
distraen la fatiga.

Son dos guerreros
de elegante traje
sin armas cortantes
ni explosivas
que buscan la gloria
o el ultraje
sin marcharse de sangre
las camisas.


1 comentario:

  1. Acabo de descubrir este gran poeta vallecaucano, y saludo con mucha emocion su poesia.
    ATT
    john jairo palomino

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